El Día Internacional de la Mujer conmemora la lucha de las mujeres por los derechos conquistados; y si de batallas hablamos, en Tucumán son muchas las profesionales de la salud y la ciencia que no usan capas y espadas, pero sí sus poderes para dar pelea e intentar contener la epidemia de dengue que ocupa y preocupa a toda la provincia.
Es el caso de Mariana Baricco, doctora en biología e investigadora del Conicet, al frente del estudio de ovitrampas con el que el municipio de Yerba Buena monitorea las poblaciones de mosquitos y generan un mapeo de las zonas más complicadas de dengue; y de Josefina Racedo, licenciada en Biotecnología y doctora en ciencias biológicas, que trabajó en el biolarvicida que en este 2024 el Ministerio de Salud implementó en la lucha contra el mosquito Aedes aegypti.
El comienzo
“Siempre fui muy curiosa y tuve ganas de conocer y saber más. Mis papás y mis abuelos son médicos, así que cuando era chica quería estudiar medicina, para seguir su ejemplo. Pero después descubrí la biología y no hubo vuelta atrás”, contó Mariana en diálogo con LA GACETA.
La doctora, recibida de la Universidad Nacional de Tucumán, resaltó durante la entrevista que se enamoró de la facultad y de la carrera desde el día uno, y que luego tomó la decisión de llevar esa pasión más allá, con el objetivo de brindar algo a su comunidad.
“Tenía este sueño de ayudar a la sociedad desde lo que yo amaba. Veía películas de científicos y me imaginaba ayudando al otro desde este lado”, indicó.
Y así llegó el proyecto de ovitrampas.
“Más o menos en 2016, cuando estaba en tercer o cuarto año en la facultad, empecé a trabajar con mosquitos, con parásitos, virus y enfermedades, por lo que desde la mitad de la carrera ya sabía que me interesaba la temática de enfermedades vectoriales”, indicó sobre sus comienzos.
“Cuando decidí presentarme a la beca Conicet, elegí el dengue porque nos aqueja todos los veranos en Tucumán”, relató Baricco para luego resaltar que en la provincia hay más científicas y otros grupos que trabajan en el tema y que también se nutre de ellos.
“Escogí llevar adelante mi proyecto en Yerba Buena porque es el lugar en donde yo vivo y entonces qué mejor que poner mis conocimientos y mi trabajo al servicio de mis más cercanos para que la gente no se enferme”, aseveró.
Servir al otro
La vocación por ser útil para los demás también fue lo que llevó a Josefina a escoger su carrera, como ella misma describió: “Decidí estudiar biotecnología, porque aunque era una carrera nueva en ese momento me ayudaba a desarrollar tecnología que sea útil en la vida cotidiana de las personas”.
En ese momento, e incluso años después, no supo que uno de los proyectos que desarrollaría iba a servir para intentar controlar el dengue, en una de sus epidemias más importantes.
“Trabajo en la Estación Experimental, en el Instituto de Tecnología Agroindustrial del Noroeste Argentino, y toda la vida me desempeñé en investigación y desarrollo en caña de azúcar”, afirmó la doctora, para luego detallar que lo que sucedió es que en la naturaleza, afortunadamente, hay cosas que sirven para diferentes circunstancias.
“Desarrollamos una forma de proteger a la caña de azúcar del ataque de unas larvas y de un gusano que, con algunas modificaciones, ahora se transformó en el biolarvicida que el Ministerio de Salud empezó a probar para frenar el ataque del Aedes aegypti”, puntualizó.
Trabajo colaborativo
El aporte de la cartera sanitaria fue clave ya que solo cinco meses después de la propuesta, el biolarvicida (que además es inocuo para la salud de humanos y animales domésticos) fue presentado y empezó a probarse en los distintos operativos focales que se llevan adelantes en barrios de toda la provincia.
“Surgió la necesidad de contar con un producto para combatir las larvas del mosquito y desde el instituto es de tecnología agraria, agroindustrial, se pudo dar una respuesta ante la emergencia de la situación”, destacó Racedo.
Y señaló: “Los científicos tenemos ideas y ganas y proyectos, pero se necesita el interés de las personas que toman decisiones para que eso se ejecute”.
Techo de cristal
Mariana volvió a tomar la palabra para hablar sobre del papel de la mujer en la sociedad y, al respecto, manifestó: “No solamente en la biología y en la investigación, la mujer siempre tuvo un segundo rol, pero creo que de a poco se pisa cada vez más fuerte para hacemos sentir. El techo de cristal, de a poco, se empieza a romper”.
Sobre este tema, la científica contó una anécdota con la que quiso reflejar dificultades pasadas que la lucha femenina ha logrado desterrar de a poco. “Mi abuela tenía que mentir que estudiaba para ser maestra, y por eso usaba el guardapolvo, porque estaba mal visto ser médica o estudiar medicina en su época”, relató.
“Tengo este gran ejemplo de no frenar y no dejar que alguien me frene, y mucho menos el qué dirán o la mirada del hombre”, sentenció.
Por su parte, Josefina admitió que se considera afortunada ya que en su lugar de trabajo siempre se ha sentido valorada, escuchada y ha encontrado una red de apoyo con otras mujeres de la comunidad.
“Sé que no para todas es lo mismo, por lo que siempre remarco el ejemplo del Conicet, a nivel de Tucumán, que desde hace varios años cambió algunas de sus políticas dando tiempo y lugar, incluso para maternar sin que signifique un retroceso en nuestras carreras”, valoró. (Producción periodística: Ariane Armas)